Un momento… ¿Qué es un NFT?
Con las criptomonedas y el desarrollo de la tecnología Blockchain, se abrió el juego a la Internet del Valor. En la Internet de la Información, si yo compartía un activo digital con un par — por ejemplo, le enviaba una foto de una manzana — quedaban al menos dos copias de ese activo, la que yo tenía y la que recibía la otra persona. Y no hay ninguna seguridad de que yo no hubiera enviado más copias a otros usuarios o que quien haya recibido este activo no lo hubiera compartido con más personas, generando nuevas copias.
En el 2008 el juego cambia con el invento de un tal Satoshi Nakamoto, el Bitcoin. Este es el primer activo digital que se puede compartir entre pares y hay una tecnología detrás que se asegura que siga siendo solo uno. Si yo le envío un Bitcoin a otro usuario, yo lo dejo de tener. Y sigue habiendo un solo Bitcoin. No se duplicó. No se gastó dos veces. Y la emisión total de Bitcoins es limitada a 21 millones. Todo programado de antemano, todo auditable y transparente. Y tremendamente seguro y resiliente. No existe más el “se cayó el sistema”.
Bitcoin, como otras criptomonedas que vinieron después, es un activo fungible. Es decir que mi Bitcoin se puede intercambiar por cualquier otro Bitcoin de la red, y yo voy a seguir teniendo lo mismo. Pasa lo mismo con los billetes, con las acciones de una empresa o con la tonelada de soja en el mercado bursátil. Aunque tengan número de serie, si yo presto 100 dólares espero que se me devuelvan 100 dólares, no me importa que el billete sea el mismo. En cambio, un activo no fungible es como el anillo que me heredó mi abuela. Si lo empeño, quiero luego recuperar el mismo anillo. No un anillo similar, o del mismo valor, o dinero por un valor equivalente. Necesito ese anillo, que tiene una carga emocional — una historia detrás — que lo hace único. Los NFT — por Non Fungible Token — son activos digitales no fungibles, que son únicos y no pueden ser intercambiados por ningún otro activo digital.
Los NFT alcanzaron su pico de popularidad con el arte digital, cada token representando a una obra única. Trazables, inalterables, transferibles y programables, los NFT son sofisticados certificados de titularidad digitales, herramientas perfectas para adueñarnos de elementos únicos en la Web3. Mi casa del metaverso, o las zapatillas que viste mi avatar, son NFTs. Mi imagen de perfil en redes sociales puede ser un NFT, y eso me da status.
Por ahora, según la edad del lector de este artículo y su vínculo con las nuevas tecnologías, esto puede parecer un pelín abstracto. Pero los NFT están mellando nuestra cultura, liderando un cambio de paradigma muy difícil de asimilar por los que no nacimos con un celular en la mano. Pero hay una generación que valora la unicidad de las zapatillas que viste su avatar, así como valora a quien fue visionario y participó del minteo de un NFT que se transforma en tendencia — y tiene su correspondiente certificado digital para probarlo — . Y entre ellos, entre los miembros de esta generación inquieta y conectada, surge el creador que satisface sus necesidades de consumo de contenidos.
Este artículo forma parte de una serie de pequeños post sobre el Creador 3.0. Aquí los links a toda la serie:
Creador 3.0: de la Web1 a la Web3
Creador 3.0: ¿Cómo nace una idea?
Es interesante el ejercicio de escribir de uno mismo en tercera persona, a veces nos da perspectiva de quiénes somos y qué hacemos. A ver cómo me sale.
Sobre el autor de este artículo
Adrián Garelik (yo), es entre otras cosas guionista de cine y TV, y durante 10 años estuvo detrás del mostrador de su videoclub. Pero también es entusiasta de la tecnología, y está involucrado en el universo Web3 desde antes que a alguien se le ocurriera llamarlo Web3. Fundador de varias empresas que conforman un ecosistema de Creadores 3.0, impulsó la plataforma de streaming Flixxo.com, el mercado de arte digital iberoamericano Carnaval.art, la plataforma de crowdfunding Bluebits.club, y es mentor de la hackathon audiovisual MediaHack.